Peña Nieto: con la mirada a Oriente REVISTA CAMBIO

Son malos tiempos para el mundo que conocimos, pero pueden ser muy buenos para el que aspiramos a construir. Es muy interesante ver la evolución de la deuda de Estados Unidos y de China. Ambos países configuran, nos guste o no, el presente y, seguramente, el futuro económico mexicano. La evolución de la deuda estadounidense es impactante: en los últimos diez años ha pasado de representar el 55.36 por ciento de su PIB en 2002 al 102.73 por ciento en 2012.

No es sólo que no haya suficiente oro para respaldar el dólar –que no lo hay–, es que, además, la única manera de pagar esa deuda es hacerlo como se acostumbraba en el pasado: con guerras. Por otro lado, está China que depende, naturalmente, de lo que pase con la evolución de la deuda estadounidense. Para México, la economía ocupa un lugar primordial en las prioridades nacionales a atender. Ejemplo de ello es que Enrique Peña Nieto canceló toda su agenda internacional excepto un viaje: el que realizó a la conferencia de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico). En otras palabras, México y su Gobierno se están abriendo y ponen la mirada hacia el muy lejano Oriente. Es totalmente comprensible. No solamente por las maquilas que tenemos en la frontera con Estados Unidos, sino porque el Gobierno chino y su modelo de crecimiento económico pasa por inversiones fuertes en México y por, primera vez, el “gran dragón” ha renunciado a venir con la chequera y el barco cargado de chinos.

El futuro inmediato de los mexicanos se construye no solamente sobre el éxito de las reformas estructurales que estamos haciendo, sino sobre la redefinición de nuestra política exterior. México necesita reencontrar su lugar. Pertenecemos a América, pero a una América que, de momento, tiene dos ejes fundamentales. Por un lado, el eje Brasil-México significa mucho más que el poder pertenecer a los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Es, seguramente, la única realidad económica viable de este lado del mundo para los próximos 50 años.

El restablecimiento de una serie de valores que compensen el sobrepeso de los estadounidenses y lo estadounidense en la economía y en la sociedad mundial es un paso imprescindible y que, de hecho, ya se está produciendo. Siempre tuve la interrogante de si se puede gobernar México desde una cierta y sana distancia respecto a Estados Unidos de América. La respuesta la veremos en los próximos años. De cualquier modo, un país con una deuda pública acumulada que representaba el 102.73% de su PIB el año pasado, no puede seguir siendo el referente de la estabilidad económica mundial.

Y si, además, tiene la mayor parte de esa deuda en manos chinas, el nivel de riesgo del colapso general es un asunto que no podemos dejar de lado. Por lo tanto, podemos jugar sólo a tres cosas: primero, habrá que acostumbrarse a que el movimiento correcto es hacia Oriente. Segundo, se deberá profundizar mucho en la relación entre Brasil y México y, tercero, habremos de reconstruir un modelo económico y social que nos permita tener unos umbrales de desarrollo que realmente permitan la puesta en marcha de las reformas estructurales acometidas y el fin de la brecha social.

Por eso, en este momento de crisis general de liderazgos resulta tan importante definir desde dentro del país, es decir, desde nosotros, desde los partidos, los “think tank” y las academias, qué modelo exterior deseamos tener para México en los próximos años. No hay muchos. Nadie puede estar en la era de Twitter aislado, pero seguir, como en la senda de los elefantes, las huellas de un mundo que va dejando de ser cada día lo que fue, tampoco nos conduce a alguna parte. México necesita una reestructura desde dentro de su propia posición para después desarrollar las alianzas posibles dentro de su lugar en el mundo.

Revista Cambio versión online

Antonio Navalón en Twitter @navalon_antonio

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